El hombre es para Sartre, el único
ser en el cual la esencia no precede a la existencia y por tal motivo, no está
el hombre determinado o definido de antemano, es decir que no posee una esencia
a priori que se realiza a partir de su existencia efectiva, por el contrario,
el hombre es proyecto, movimiento indeterminado que se autodetermina por medio
de sus actos. La esencia del hombre del existencialismo de Sartre es el
resultado de lo que este hombre construye y elige, en primer lugar para sí
mismo, y en segundo lugar para la humanidad toda. Al ser indeterminada, esta
subjetividad que es el hombre puede ser entendida como nada, en oposición al
cerrado, absolutamente cognoscible y determinado sujeto cartesiano moderno. Este
hombre del existencialismo, en cambio, ha sido arrojado al mundo, está
condenado a la existencia, y su transcurrir coincidirá con la realización de su
proyecto para sí y para los otros. Cada decisión que el hombre toma, cada acto
que realiza, cada posibilidad que actualiza, modifica su mundo y el de los
demás existentes. Pero a la hora de llevar a cabo el proyecto no se trata de
meras intenciones particulares, la imaginación no tiene nada que hacer aquí,
sino que la relevancia del proyecto radica en la realización efectiva de la
intención. Es inevitable padecer el peso de la responsabilidad si en cada acto
un hombre debe considerarse a sí mismo y a la humanidad en su conjunto al
estilo de la primera formulación del imperativo categórico kantiano (busca
siempre que la máxima que guíe tus actos se convierta en ley universal), esto
le provoca angustia y desamparo al hombre sartreano. Pero lejos de huir de la
responsabilidad, la propuesta del existencialismo, que nada tiene que ver con
el quietismo o la inacción; consiste en construir, actuar y proyectar. Este
hombre es el resultado de una concepción filosófica comprometida con el
contexto histórico del cual emergió.
Se le ha criticado al existencialismo
la imposibilidad de instaurar valores morales absolutos, debido al radical
subjetivismo que propone. Pero el sentido de la postura subjetivista del
existencialismo de Sartre está menos ligada a elegirse a sí mismo que a la
imposibilidad de salirse de uno mismo; mi elección no es individual en la
medida en la que elijo para todos los hombres, allí reside mi responsabilidad.
La angustia existencialista va unida a la libertad natural del hombre,
intrínseca, inherente, inseparable de su esencia. Y justamente, lo que angustia
al hombre es la conciencia de su responsabilidad de tener que elegir por todos.
Pero el hombre está condenado a ser libre, el hombre inventa al hombre, pues
está condenado a ello, el hombre es el porvenir del hombre. Y el desamparo
tiene que ver con que no hay nadie que pueda elegir por uno. El hombre es lo
que hace, su proyecto son sus actos. Sartre formula una serie de ejemplos para
defender sus hipótesis principales, desarrollaré brevemente cuatro de ellos:
Al igual que Kierkegaard, Sartre utiliza la historia bíblica de Abraham para ejemplificar la angustia que provoca tener que tomar una decisión por sí mismo, soportando la responsabilidad que implica este acto, y dado que nadie puede tomar el lugar de uno al momento de elegir, explica Sartre que el hombre se siente cotidianamente un Abraham, pues día a día está obligado a tomar decisiones para sí y para todos, por lo cual el hombre estaría tan condenado a la libertad como a la angustia.
Sartre también utiliza el ejemplo del jefe militar que debe elegir entre una multiplicidad de posibilidades tomando en consideración la vida o la muerte de los soldados que dependen de sus decisiones, y a partir de este ejemplo Sartre introduce la idea de que esta conciencia de la responsabilidad de elegir por los demás forma parte de la acción misma de elegir.
Para explicar en qué consiste el desamparo, Sartre utiliza el ejemplo del alumno que va en busca de su ayuda para tomar una decisión; el caso es que al alumno se le plantea un dilema moral al estilo del expuesto por Sófocles en su tragedia “Antígona”, en la cual un simple acto tiene la relevancia suficiente para implicar consecuencias que afectan a todos los miembros de la comunidad; en el ejemplo de Sartre se plantea la posibilidad de optar por dos tipos de moral y el alumno debe elegir entre el deseo de beneficiar a su madre y el de beneficiar a su Nación. La sensación de desamparo surge justamente porque este hombre toma conciencia de su soledad a la hora de llevar a cabo la elección, concluye afirmando Sartre que cuando el alumno acude en busca de su ayuda ya sabe qué es lo que le responderá su maestro: “usted es libre, es decir invente”
Otro ejemplo utilizado por Sartre es el del sacerdote que había fracasado en todo a lo largo de su vida, pero lejos de tomar estos hechos como una señal desalentadora, el sacerdote interpreta que no debe dedicarse a emprendimientos seculares sino a la vida religiosa. En este caso de lo que se trata es de descifrar los sucesos o acontecimientos pasados para elegir correctamente las acciones futuras; el sacerdote asume la angustia pero no cae en la desesperación ni en la mala fe, sino que evaluando las posibilidades interpreta su pasado y se responsabiliza por sus acciones futuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario