martes, 25 de agosto de 2009

A propósito de Hartman y jugando el viejo juego de conocer

Al tomar la teoría de Hartman como un molde en el cual la historia ha volcado sus corrientes filosóficas para explicar la relación de conocimiento, diría que es indudable que los elementos problemáticos de la aporética constituyen los ejes centrales a partir de los cuales se puede empezar a construir una postura gnoseológica sólida.
Pero, es imposible pensar el conocimiento únicamente en términos de sujeto – objeto – criterio de verdad. Semejante tipo de razonamiento no deja de girar en círculos en torno a lo mismo.
Y si no, piénsese en él de modo clásico: como esquema útil para desligarse de garantías trascendentales respecto del aprehender, más inmensamente ineficaz para explicar el conocimiento en contexto; donde sujeto implique: subjetividad, afecciones, relación con la otredad y con la cultura; donde objeto implique: mundo como red de significados construidos en el lenguaje, como entorno en movimiento, contingente, sobrecargado de objetos de consumo, de uso, para el goce o el placer, recorte de lo real que se bifurca y muta; y verdad como construcción histórica, política, cultural, ideológica, consensuada, artificial,…

Aporética – Teorética, en estos términos, no es aplicable más que a los fines de un ejercicio intelectual:
Si no existe un criterio de verdad objetivo y universal, el conocimiento es posible y no hay lugar para la duda.
Entonces, el sujeto de conocimiento puede acceder a la verdad del objeto.
El objeto de conocimiento puede ser activo o pasivo en la relación cognoscitiva con respecto al sujeto.
Si es activo existen dos opciones: o posee la capacidad de expresar sus facultades, o no la posee; por lo que sólo en el primero de los casos podrá darse el conocimiento.
Si el objeto es pasivo en esta relación, puede haber conocimiento de éste si es el sujeto quien lo constituye como tal, y en ese caso se suprime la distinción entre sujeto y objeto; y el conocimiento es una actividad reflexiva efectuada por el sujeto que se halla solo en el mundo replegándose sobre sí mismo.
O, si un ente superior al sujeto (suponiendo que tal ente existe) es garantía de existencia del objeto y de verdad como valor absoluto; o sea, si la relación de conocimiento tiene una garantía ontológica y gnoseológica proporcionada por un ente exterior y superior tanto al sujeto como al objeto de conocimiento.
¿Qué garantiza que puedan aprehenderse las cualidades del objeto por medio de las facultades cognitivas del sujeto?Para que sea posible el conocimiento será necesario entonces, que el ente supremo garantice la efectividad de dichas facultades. Y si así fuera, pueden darse la intuición o la iluminación como mecanismos para acceder a un objeto que: o posee una realidad propia con garantía externa, o existe en tanto que forma parte del ente supremo, o está constituido como tal debido a las acciones que el sujeto efectúa al poner en marcha las facultades que el ente supremo garantiza en él para que se den tanto el conocimiento de sí mismo como el del mundo.
Si el objeto es una de las formas de expresarse de este ente supremo, al que históricamente hemos llamado dios; es decir, si dios coincide con el mundo…
Se despliegan dos posibilidades: el sujeto puede conocer a dios, o no puede hacerlo.
Si el sujeto es finito (y aceptando el supuesto que sostiene que lo finito no puede acceder a lo infinito), entonces, éste no puede tener conocimiento cierto respecto de dios (considerando a dios como un ser infinito, ya que no tendría sentido concebirlo como un ente finito similar al sujeto)Pero si comprobamos que puede conocerlo, esto se deberá a que también él es infinito. Y en ese caso estamos haciendo coincidir a dios con el sujeto, por lo que la relación de conocimiento se reduce al conocimiento de sí. Y entonces ya no será un intuir sino un reflexionar.
Eliminadas las distinciones entre sujeto y objeto y entre dios y el mundo, nos queda preguntar si ese conocimiento reflexivo amplía el patrimonio de verdades del sujeto. A lo que debemos responder afirmativamente, dado que tanto el sujeto como el objeto son infinitos.¿Y qué pasa con el criterio de verdad? No tendría sentido alguno intentar establecer un criterio válido dado que el mismo sólo arrojaría respuestas de valor positivo, y que no cabe la posibilidad de un conocimiento reflexivo falso del ente supremo conociéndose a sí mismoY si aceptamos que la falsedad implica necesariamente un cierto grado de imperfección, si se encontrara un caso tal en el que dios se conociera a sí mismo falsamente, entonces dios sería incoherente e imperfecto.
¿Cómo puede haber falso autoconocimiento divino? Esto es imposible. Entonces, el conocimiento reflexivo que el ente supremo obtiene al dirigirse a sí mismo es necesariamente verdadero.
Pero, si la verdad excluye la falsedad (por el principio de no contradicción), entonces lo conocido está limitado por algo que lo determina desde la senda opuesta, esto es: dios es verdadero, existe, y obtiene de sí y del mundo sólo conocimiento verdadero. Por lo cual se anula en él la posibilidad de expresarse de otro modo, a saber, falsamente.
Esto anula en dios la voluntad y la libertad infinitas. La potencialidad infinita de ser de modos diferentes al actual, y por lo tanto, dios se transformaría en un ser limitado, lo cual es contradictorio con la definición de dios.Entonces, dios no puede ser ni garantía de existencia del objeto de conocimiento, ni garantía de la efectividad de las facultades cognitivas propias del sujeto para aprehender verdaderamente al objeto.
¿En que radica entonces la importancia de dios en una teoría gnoseológica?
Entonces volvemos al principio….
Si no existe un criterio de verdad objetivo y universal, el conocimiento es posible y no hay lugar para la duda…

jueves, 20 de agosto de 2009

Es de decisiones que se trata
Enumerando, ordenando, descartando
Eligiendo, priorizando
Movimiento irregular, regulado
Es de prioridades que se trata
Externas, ajenas, impropias
Íntimas, viejas, conocidas
Del espacio que separa lo último de lo primero
Es de perspectivas que se trata
De delimitar un mundo
Y arrojarse a sostenerlo
De dudas, desvíos, caminos circulares
De la inagotable búsqueda del suelo
Es de afecciones que se trata
De sentirse yecto
Aferrándose a estructuras y esquemas
O tambaleándose
El sol sale cada mañana