Spinoza articula la búsqueda de la buena vida con la necesidad de una
reforma del entendimiento del siguiente modo:
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Amar
a dios es comprender el orden de la naturaleza, comprender el encadenamiento de
causas y efectos que va constituyendo la totalidad de lo real por medio de la
acción eterna e infinita de dios.
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Las
cosas no son en sí mismas ni buena sin malas, sino que son consideradas de ese
modo en tanto que afectan mi ánimo. Entonces hay que buscar si hay un bien
verdadero por sí capaz de hacer gozar eternamente de una alegría suprema a
quien lo posea.
·
Lo
que lo hombres consideran sumo bien son tres cosas: las riquezas, los honores y
el placer, y tanto distraen estas tres cosas a los hombres, que no pueden
pensar la posibilidad de que exista algo más que pueda ser el sumo bien.
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Todos
los males y las desdichas provienen de tomar como objeto de amor algo que puede
perecer, terminarse; algo finito. Por el contrario, la alegría pura y libre de
tristeza debe prevenir del amor a una cosa eterna e infinita, la cual por lo
tanto, es digna de ser deseada y buscada
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Con
respecto a las pasiones, debemos tratar de entender el origen y hacer una
genealogía de los valores, no atribuirles un origen trascendente sino
inmanente, y así llamar bueno a lo que incremente mi potencia de obrar y malo a
lo que la haga decrecer.
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Una buena vida consistiría para
Spinoza en contribuir a que muchos entiendan lo mismo que yo, a fin de que su
entendimiento y su deseo concuerden con los míos: el de conocer o entender la
naturaleza, formar una sociedad donde la mayor cantidad de individuos alcance
ese conocimiento.
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Para ello, ante todo, hay que curar
el entendimiento, purificarlo, para que pueda entender las cosas sin error;
toda la ciencia debe avanzar hacia ese fin.
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