Las facultades mentales imitan y
copian las impresiones de los sentidos, pero nunca tendrán la vivacidad de la
experiencia original.
Incluso el pensamiento más intenso
es inferior a la sensación más débil.
Las percepciones de la mente son de
dos clases y se distinguen por su fuerza o vivacidad: las menos fuertes son los
pensamientos o ideas, de los que tenemos conciencia; y las impresiones son
nuestras percepciones más intensas.
Nada parece más ilimitado que el
pensamiento del hombre, pareciera no estar encerrado dentro de los límites de
la naturaleza. Puede formar y unir formas y apariencias incongruentes, puede
incluso transportarnos más allá del universo, lo que nunca se vio, puede sin
embargo concebirse.
Pero si examinamos esta cuestión
detenidamente veremos que esta libertad ilimitada del pensamiento es aparente,
ya que todo el poder creativo de simplemente la facultad de mezclar, aumentar o
disminuir los contenidos aportados por los sentidos y la experiencia. Todos los
materiales del pensar se derivan de nuestra percepción intenta o externa. Todas
nuestras ideas o percepciones más endebles son copias de nuestras impresiones o
percepciones más intensas.
El primer argumento que Hume formula a continuación para demostrar que
el origen de las ideas es empírico, plantea lo siguiente:
Todas nuestras ideas, incluso las
más complejas, pueden descomponerse en sus elementos simples
Por ejemplo, la idea de Dios, surge
de aumentar infinitamente las cualidades de bondad y sabiduría, y así tenemos
la idea de un ser infinitamente perfecto, bueno, sabio, inteligente,... Toda
idea que examinemos será copia de una impresión similar.
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