Siguiendo la clasificación de las críticas a la metafísica propuestas por Danilo Cruz Vélez[1], en la cual se consideran de mayor relevancia: la crítica lógica Kantiana a los conceptos y razonamientos de la metafísica tradicional; la crítica del empirismo inglés (Locke, Berkeley y Hume) centrada en los objetos metafísicos inaprehensibles por medio de la experiencia y en el análisis de los términos generales abstractos; y la crítica psicológica de Nietzsche a la metafísica entendida como platonismo, es decir, como el desarrollo histórico de la escisión dualista idea – cosa.; el presente informe estará centrado en esta última, e intentará ofrecer una exposición esquemática de los temas centrales de la misma. No obstante, y antes de comenzar el desarrollo de cada uno de ellos, quisiera hacer mención a la premisa de lectura y análisis planteada por dicho comentador para el abordaje de los textos de Nietzsche; a saber, que las obras de este autor se enmarcan dentro de la problemática metafísica, más nunca por fuera de ella, ni como un conglomerado de pensamientos aislados y desarticulados que rodean de forma “brumosa” las cuestiones metafísicas centrales.
Kart Löwith[2] sostiene que Nietzsche es un filósofo de nuestro tiempo y de la eternidad; puesto que responde a la exigencia filosófica de superar en sí mismo a su tiempo y volverse intemporal, o extemporáneo; que, así como Hegel fue “la consigna” de su época, Nietzsche lo es de la nuestra: una consigna que no es ni debe tomarse al pie de la letra.
El mismo Nietzsche se consideraba a sí mismo como un destino y un hombre fatal, la antítesis de un hombre negador, y estaba seguro de que su obra requería tiempo. He aquí un fragmento bellamente escrito en “Así habló Zarathustra” que representa esta consideración:
“Zarathustra descendió de la montaña completamente solo (…) cuando entró en la ciudad más cercana halló un gran gentío congregado en la plaza. (…) Y Zarathustra habló al pueblo con estas palabras: Yo predico el Superhombre! El hombre es algo que debe ser superado! (…) Mirad! Yo soy un mensajero del rayo, y una grávida gota que desciende de su nube: más ese rayo es el Superhombre. Cuando Zarathustra hubo pronunciado tales palabras, se volvió hacia el pueblo y enmudeció. Vedlos – se dijo – cómo ríen! No me comprenden, no es mi boca la adecuada a esos oídos! ¿Será preciso destrozar sus oídos, para que aprendan a oír con los ojos? ¿O será más bien que sólo hacen caso de los tartamudos? (…) Todo el pueblo se reía a carcajadas.”[3]
Como señala Danilo Cruz Vélez, es evidente que Nietzsche tuvo una clara conciencia de su posición histórica en el ámbito de la filosofía. Su crítica filosófica está dirigida al centro metafísico y en contra de la metafísica que le precedió. La intención de Nietzsche fue analizar la existencia humana; las estructuras y motivaciones que impulsan al hombre a esbozar un mundo metafísico.
1. Historia de la metafísica por Nietzsche
Nietzsche dividió la historia de la filosofía en tres períodos: el período pre-metafísico (anterior a Platón), el período metafísico (platonismo*), y el período post-metafísico (su propia filosofía como superación de la metafísica planteada por el platonismo).
*Nietzsche propuso una superación del platonismo, un ataque de la metafísica contra sí misma, desde adentro. Y su ataque se dirigió a la teoría de los dos mundos, pero no únicamente a la expuesta por Platón, sino a la desarrollada desde platón en adelante. Platonismo es para Nietzsche, principalmente y entre otros: Platón, Aristóteles, el Cristianismo, Kant y Hegel.
Danilo Cruz Vélez analiza la visión histórica de la metafísica esbozada por Nietzsche en “El crepúsculo de los ídolos”[4], dividiendo la misma en seis escenas:
· Escena primera: La metafísica que funda Platón propone a la razón huir de este mundo (el físico) aparente, hacia el “verdadero” mundo de las Ideas.
· Escena segunda: La razón se debilita, y colocándose al servicio de la fe, permite la fusión del platonismo con el cristianismo. Este último, aleja el mundo verdadero de los hombres, pero no sin prometerlo para después de la muerte; aquí, la otra vida (el mundo verdadero) es accesible al hombre por el camino de la redención.
· Escena tercera: La Ilustración desliga al hombre de lo trascendente; más sólo en apariencia, y únicamente en lo que respecta al conocimiento. Pues, el otro mundo se convierte en un postulado de la razón pura práctica. El consuelo para el hombre: habitar el mundo de los fines, del deber ser.
· Escena cuarta: El positivismo refuerza la crítica kantiana a la metafísica tradicional.
· Escena quinta: el advenimiento del nihilismo permite la conversión del mundo verdadero en una fábula, en una fantasía. Comienzan a darse las condiciones para que el hombre regrese a su verdadera morada.
· Escena sexta: La filosofía de Nietzsche marca el comienzo del periodo post-metafísico. Zarathustra viene danzando a anunciar un platonismo al revés.
Nietzsche coloca el origen del desagrado hacia este mundo (el físico) en Grecia; pues, es allí donde nace el otro mundo imaginario. Como consecuencia de la huída de Platón a lo ideal en una clara posición de cobardía frente a lo real.
El ser fue, entonces, tomado como permanente presencia, y el no ser como cambiante. El anhelo de encontrar un punto de reposo hizo huir al hombre de la Physis (ámbito del no ser) hacia el mundo verdadero (ámbito del ser). Y este anhelo fue consecuencia del deseo humano de concebir un mundo permanente. Nietzsche entiende que de la experiencia del yo, que subyace a los cambios y al fluir del mundo, surgen conceptos tales como los de sustancia, accidente, causalidad, etc.
“los filósofos anteriores fueron idólatras de los conceptos, que creyeron con desesperación en lo que es, sosteniendo un engaño, una ilusión; y negando con odio el devenir.”[5]
“Todo aquel mundo de ficción tiene su raíz en el odio contra lo natural; es la expresión de un profundo desagrado frente a lo real. Esta es la raíz de la ficción del otro mundo”[6]
Y dado que esta falsificación del mundo es producto de la razón, y que la sensibilidad, en cambio, nos informa de lo cambiante; es por lo tanto, el intelecto el que nos engaña y no la sensibilidad; al revés de lo que señalaba Platón.
“En otro tiempo Zarathustra volcó sus ideales más allá del hombre, como suelen hacer todos los de más allá del mundo (…) Sueño me parecía el mundo, invención poética de un Dios: humo coloreado (…) para quien sufre, hay una alegría embriagadora en olvidar los propios sufrimientos y salir fuera de sí mismo”[7]
2. Análisis psicológico del lenguaje
Sin dudas, el problema que atañe al lenguaje utilizado en la metafísica, es uno de los que ha recibido más críticas por parte de las más diversas corrientes filosóficas.
En Nietzsche la crítica al lenguaje se diferencia notoriamente de las críticas presentadas por el empirismo y el positivismo; en los dos últimos casos, las mismas se apoyan en los marcos semánticos, sintácticos o lógicos, a través de los cuales se efectúan análisis minuciosos de los términos, conceptos y oraciones que conforman el corpus de razonamientos e hipótesis propio de la metafísica.
Para Nietzsche, el mundo lingüístico es el mundo inmediato del hombre, y aunque es un mediador entre éste y el mundo, está tan cerca de él mismo como su propio cuerpo, es el elemento en el que el hombre es lo que es.
Las palabras expresan, para Nietzsche las tendencias humanas a esbozar concepciones metafísicas del mundo; y tomando en cuenta que el lenguaje filosófico está preñado de sustancia platónica, la crítica nietzscheana apunta a desentrañar los misterios que obligaron a este lenguaje a esgrimir términos y conceptos lejanos al hombre, impropios, antinaturales; y que no obstante, se sostienen, como de primera instancia, a la hora de representar y describir el mundo físico.
Lo último ha sido confundido con lo primero, y esta confusión no sólo se expresa en el lenguaje, sino que el lenguaje mismo permite tal confusión.
Esta crítica busca el origen del mundo suprasensible y de los conceptos constituidos en su ámbito; es por tanto, una especie de genealogía de la metafísica.
Se trata de una crítica de la metafísica por medio de un análisis psicológico del lenguaje, cuyas palabras estorban el paso como piedras, y cierran el andar del hombre hacia un nuevo camino.
Zarathustra no camina, viene danzando.
Zarathustra no habla, canta.
Con palabras nuevas, para oídos nuevos.
3. La muerte de Dios y el nihilismo
a). Significado y consecuencias de la Frase de Nietzsche “Dios a muerto”.
Danilo Cruz Vélez señala que en Nietzsche dos acontecimientos abren el camino para la superación de la metafísica: la muerte de Dios y el surgimiento del nihilismo.
Una vez convertido en fábula el “mundo verdadero”, Dios como fundamento del mundo suprasensible; se convierte también en fundamento fantástico de una fantasía.
La frase “Dios ha muerto” significa que han caído los ideales, imperativos y principios supremos que fundamentaban el mundo suprasensible.
Desde Platón, “lo último” en el orden lógico se convirtió en “lo primero” en el orden de las cosas. Lo último: el concepto más general, lo más diluido y acuoso, lo más vacío, “Dios”, es colocado como causa de todo lo real.
Pero, lo inherente a la realidad es el devenir, lo temporal y fugaz, nacer-fluir-perecer. Y como este devenir es un caos, el hombre tuvo que introducir en él un orden, para poder afirmarse en lo huidizo, falsificando la realidad para detener su fluir.
También Heidegger[8] interpreta la frase de Nietzsche “Dios ha muerto” y expresa que la misma significa que el mundo suprasensible; o sea, la metafísica comprendida como platonismo, ha llegado a su fin.
En “La gaya ciencia”, un texto titulado El loco pregunta a dónde se ha ido Dios ahora que lo hemos matado, y hacia dónde iremos los hombres ahora que Dios ha muerto; e inmediatamente responde que la grandeza de este acto – el asesinato de Dios – no es demasiado grande para nosotros, y que no es necesario que tengamos que convertirnos nosotros mismos en dioses; puesto que no es la propuesta de Nietzsche un mero cambio de valores, sino la transvaloración de todos los valores anteriores.
b). La propuesta del nihilismo: reacción y transvaloración en el seno de la historia.
El nihilismo equivale al fin de la metafísica, a la volatilización del mundo verdadero, es el proceso por el cual los valores supremos pierden su valor, en el cual el hombre pierde el suelo en el que se apoyaba y comienza a flotar en el vacío, en la nada.
“Nihil no significa no-ser, sino, y en primer lugar, un valor de nada: la vida toma un valor de nada siempre que se la niega y se la desprecia, y ese desprecio supone una ficción. Nihil significa la negación como cualidad de la voluntad de poder. La nada como voluntad. Ficción de los valores superiores. En un segundo sentido, nihil no es voluntad, sino reacción. Contra el mundo suprasensible. Ya no desvalorización de la vida en nombre de valores superiores, sino desvalorización de los propios valores superiores. (…) Nada es verdad, nada está bien, Dios ha muerto”[9]
A la luz de la interpretación de Heidegger, para Nietzsche, el nihilismo no es sólo una corriente espiritual, ni se da en naciones aisladas por el mero hecho de que éstas nieguen el cristianismo.
El nihilismo mueve la historia, es el movimiento fundamental de la historia; y el ámbito en el que éste acontece, es precisamente el metafísico.
El nihilismo es entonces, el proceso histórico en el que los valores supremos pierden su valor, no es únicamente una manifestación de decadencia, sino que como proceso fundamental de la historia, es la legalidad propia de esta historia.
Nietzsche distingue dos posibilidades de manifestarse históricamente el nihilismo: el nihilismo incompleto, que es una mera sustitución de valores; y el nihilismo completo, que permitiría la eliminación del lugar de los valores, la eliminación del ámbito suprasensible como fundamento de lo real; que permitiría pensar los valores de otra manera, de una manera nueva, y así: transvalorarlos.
“el nihilismo es síntoma de una decadencia, de un disgusto frente a la existencia; pero, a su vez, es el síntoma de un fortalecimiento, y de una nueva voluntad de existir”[10]
4. La “superación” de la metafísica y el comienzo de la filosofía de la vida
a). La superación del platonismo.
Tomando en cuenta que Nietzsche propone una superación del platonismo, un ataque de la metafísica contra sí misma, desde adentro, y que el ataque va dirigido a la teoría de los dos mundos, pero no únicamente en Platón, sino desde platón en adelante; cabe destacar que platonismo es en este caso y principalmente: la escisión idea – cosa en la teoría de los dos mundos platónica, las nociones de sustancia y de causalidad en el realismo aristotélico, la promesa del mundo celestial a posteriori del la vida terrenal en el cristianismo, la postulación del sujeto cartesiano como garantía racional del mundo, la escisión noúmeno – fenómeno en la crítica kantiana, y el despliegue dialéctico de la idea hegeliana en todo lo real y racional; todos éstos, valores e imperativos supremos, alejados del mundo, lejos del aquí y del hombre.
Nietzsche intenta superar la metafísica retomando el periodo pre-metafísico (anterior a Platón) donde el problema es el de la relación entre la unidad y la multiplicidad.
Se retoma así la pregunta inicial de la filosofía: la pregunta por el ser de lo ente en su totalidad.
Entonces, con la caída del mundo de la razón, lo que queda es el mundo físico, el del devenir, el horizonte pre-metafísico de Heráclito.
Y es el mismo Nietzsche quien considera a Heráclito como su antecedente, lo ve como el otro gran horizonte de la filosofía, destaca su fidelidad a la physis afirmando al devenir frente al ser; y afirma, negando a Parménides, que lo que puede ser pensado tiene que ser necesariamente una ficción.
b). La filosofía de Nietzsche: metafísica de la voluntad de poder.
A la pregunta por el ser de lo ente Nietzsche responde identificando al ser con la vida, con el querer – la voluntad – y con el actuar.
Toma a la vida en términos ontológicos y concluye: la vida es voluntad de poder. El ser de lo ente en total es voluntad de poder.
Nietzsche no dice que el mundo sea una representación del sujeto, ni que la voluntad sea exclusiva del hombre, no se trata de una metafísica de la subjetividad que explica el mundo desde un sujeto constituyente, sino que la función del sujeto es poner a la vista el ser del mundo.
“El yo en Nietzsche no es el yo cartesiano sino un cuerpo con intimidad y como centro de los actos, tiene un carácter fronterizo: es un yo corporal o un intracuerpo (un cuerpo vivido desde adentro) y a la vez, forma parte de la physis.”[11]
“Ser es voluntad de poder, que se avista a través del sujeto paradigmático”
El yo paradigmático de Nietzsche es un ser que expresa su querer crecer, su voluntad de poder, la cual es movida por sus apetitos, pasiones e instintos.
Hay que tomar en cuenta que, cuando Nietzsche habla de superar la metafísica, se está refiriendo a lo que él considera el período metafísico dentro de la historia de la filosofía.
Pero, que no deja de moverse dentro del ámbito de la metafísica, que no se deshace de la concepción griega de ser.
De hecho, la idea de ser como permanente presencia forma parte de su metafísica de la voluntad de poder, y de su caracterización del mundo como eterno retorno de lo mismo.
Heidegger subraya la importancia de tres conceptos clave en la filosofía de Nietzsche, que son los pilares en los que se apoya su post – metafísica:
En primer lugar, la noción de valor como punto de vista, como un ver que es también un representar; de aquí que se sostenga que todo ente es representador, en la medida en que al ser de lo ente le pertenece el impulso de aparecer en esencia, para ordenar a algo que aparezca y de este modo determinar su aparición.
En segundo lugar, la idea de que el rasgo fundamental de todo lo real, de lo ente, es la voluntad de poder. De aquí que la voluntad de poder sea la esencia más íntima del ser.
“Voluntad de poder, devenir, vida, y ser en un sentido amplio, significan en el lenguaje de Nietzsche, lo mismo”[12]
La voluntad de poder es el principio de una nueva instauración de valores, y es también, el principio de la transvaloración de todos los valores anteriores.
¿Qué es, entonces, la voluntad de poder? No es un mero desear o aspirar, sino que es un querer en sí, un querer dar y darse órdenes, querer es querer ser Señor.
Esta voluntad no está sujeta a ninguna carencia, es una voluntad que quiere su propio querer, para incrementarlo.
La voluntad se quiere a sí misma, quiere superarse a sí misma, ir más allá de sí misma. Desbordarse.
Y el poder sólo es poder en la medida en que siga siendo y persiga el aumento de poder, sólo en la medida en que siga queriendo más poder que el que ya posee.
De hecho, si el poder se quedara quieto en un determinado nivel, esa quietud marcaría la decadencia y la disminución del poder.
En tercer lugar, y dada la característica dinámica de la voluntad de poder, se desprende de ella un constante y eterno quererse a sí misma, un eterno retornar hacia si misma.
La noción de eterno retorno en Nietzsche es exclusivamente metafísica, y si en algún punto este autor no ha podido desligarse de la idea griega de una eterna permanencia que mueve todo lo real, es precisamente en este caso.
En la medida en que la voluntad de poder nunca reposa, por más rico que sea su patrimonio de poder, y considerando que su esencia consiste en volcarse sobre sí apeteciéndose y queriendo incrementar el poder de su propia esencia, esta voluntad es un querer que retorna eternamente a sí mismo.
Heidegger resume esta actitud metafísica de Nietzsche del siguiente modo:
“La manera en que lo ente en su totalidad, cuya esencia es la voluntad, existe, esto es, su existencia, es el eterno retorno de lo mismo.”
“A pesar de todas las inversiones y transvaloraciones que lleva a cabo, Nietzsche no se sale nunca de la tradición metafísica”
[1] Danilo Cruz Vélez, “El puesto de Nietzsche en la historia de la filosofía”
[2] En “De Hegel a Nietzsche”
[3] En Primera parte. Prólogo de Zarathustra. Desde parágrafo II.
[4] En Cómo, al fin, el “mundo verdadero” se convirtió en una fábula (Historia de un error)
[5] En La razón en la filosofía, perteneciente a “El crepúsculo de los ídolos”.
[6] En “El Anticristo”
[7] En De los de detrás del muro en “Así habló Zarathustra”, primera parte (los discursos de Zarathustra)
[8] Heidegger, “Caminos de bosque” – La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”
[9] G. Deleuze, “Nietzsche y la filosofía” – El superhombre: contra la dialéctica. Pág. 207
[10] K. Löwith, “De Hegel a Nietzsche” – La tentativa de Nietzsche por superar el nihilismo. Pág. 267
[11] M. Heidegger, “Caminos de bosque” – La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”. Pág. 195.
[12] M. Heidegger, “Caminos de bosque” – La frase de Nietzsche “Dios ha muerto” – Pág. 208.
Claro y bello recorrido.
ResponderEliminarMe quedé pensando en la pata heracliteana de la mesa vacía -en cuanto nihilista- nietzscheana y en la voluntad de poder como querer en sí. Esto último siempre termino pensándolo como la pata de otra mesa: la pata metapsicológica de la mesa freudiana. El deseo como deseo de seguir deseando no creo que sea muy distinto a cómo se puede pensar el poder desde Nietzsche.
saludos
Horacio, qué interesante comparación, me gustaría ahondar en ese concepto de Freud. Podría recomendarme una lectura al respecto?
ResponderEliminarImagino, por lo que he leido en su blog, que estudia psicología.
Sabe, hace unos días, charlando con Juan D. sobre los blogs que leemos frecuentemente, me di cuenta de que algunos de ustedes forman una especie de circuito complementario; y me agrada el modo en el que sus palabras se entrelazan en ese circuito.
Un abrazo.
Es curioso, si bien quisiera recomendar algún escrito del mismo Freud, poco se me ocurre en lo que respecta al concepto de Deseo como tal. Podría remitirte a "la interpretación de los sueños" pero ahí la teoría está todavía en pañales. Igual es recomendable. El problema es que, de cierta manera, el armazón teórico requiere ser elaborado de forma escalonada. Bah, no sé, lo que pasa es que así lo aprendí yo y me cuesta pensar abordarlo de otra forma. Para cuestiones concretas, o sea, definición de conceptos, la recomendación más lógica es el diccionario de Psicoanálisis de Laplanche-Pontalis. Lo interesante de estudiar a Freud es hacerlo vía recorrido teórico. Empezar con los estudios sobre histeria, (Historial de Anna O, "sobre los mecanismos psíquicos de los fenómenos histéricos", el caso Elizabeth von R) junto con las conceptualizaciones de los mecanismos de defensa ("La etiología de la histeria", "El olvido de nombres propios" -uno de mis textos favoritos-, "La interpretación de los sueños"). Después meterse con metapsicología: Pulsiones e Inconsciente ("Tres ensayos de una teoría sexual", "Pulsiones y destinos de pulsión", "lo inconsciente", "Más allá del principio del placer", "introducción de narcisismo", "el sepultamiento del complejo de edipo"). Después están los textos clásicos menos específicos pero igualmente interesantes: "El malestar en la cultura", "tótem y tabú", "el creador literario y el fantaseo". O de clínica en sí también hay varios para recomendar, pero me parece que no te van a interesar tanto como los otros. Si quisieras algo más abarcador y del propio Freud, te recomiendo fuertemente "Esquema del psicoanálisis" es una síntesis interesante de toda la obra.
ResponderEliminarCon respecto a lo demás, soy Psicólogo. Y también veo a los blogs como círculos complementarios.
saludos
Qué curioso, hice casi el mismo recorrido, aunque sin lugar a dudas de un modo mucho más superficial, y nunca pude terminar de abstraer una sóla idea de Freud, tal vez porque lo siento muy lejano, o tal vez por que lo siento tan cercano que no puedo establecer un límite entre sus palabras y mi interpretación contaminada; y no es que esté diciendo que me considere una genia ni mucho menos, es que a veces uno carga sus lecturas de tantas palabras ajenas, poniendo en marcha todo un aparato interpretativo en el que no se ve claramente lo explícito, que termina perdiéndose dentro de ese modo de acercarse a un autor. Como deduciendo de antemano palabras y conceptos que nos faltan, como completando - y tal vez esto sea una manifestación de grandilocuencia de lector - eso que quiesiéramos leer y que sin embrago, no está escrito en ninguna parte. Pero al final, uno siempre se percata de la existencia de ese plus interpretativo personal, e inevitablemente sobreviene la duda.
ResponderEliminarY también aporta a tal confusión cierto método académico de lectura que aún está vigente en determinados ámbitos formales: aprender sobre el complejo de Edipo en Freud únicamente desde Doltó y sin acudir a la fuente original? Es como pretender hacerse una idea de la función que cumplía la tragedia para los griegos, leyendo la interpretación de la tragedia de Edipo de Freud. Es como si hubiera un miedo a leer un original, una tendencia aocultar las fuentes. "Es como si" digo, sabiendo que efectivamente es así; y recordando que "el secreto secreta un saber peligroso para el individuo", que "el ocultamiento es una de las formas del poder", o que "no le estuvo prohibida al hombre a priori la inmortalidad, mas si el conocimiento, y producto de la desobediencia (que respondió al deseo de saber), vino al mundo, como castigo, la finitud"
Como sea, a pesar de Levi-Strauss, y aún dudando de la objetividad, intentamos remitimos valientemente a las fuentes.
Usted que opina, licenciado? soy un sujeto escindido? debo hacer terapia para solucionar este tema, y deconstruir la idea de que entre el otro y mi subjetividad no hay distancia?
No obstante este conflicto, gracias por el aporte, o será que no hay conflicto alguno y simplemente esperaba que me recomendara un librito corto a lo "Freud para principiantes"?
Un abrazo.
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