
Todo escepticismo implica necesariamente la caída de valores y conceptos absolutos, ya sean estos éticos, estéticos, políticos, cosmológicos, metafísicos, lógicos u ontológicos. Suceso ante el cual, sólo resta la suspensión del juicio (y en casos de extrema coherencia entre el pensar y el hacer, hasta la suspensión de los actos voluntarios).
Muchos escépticos han adoptado esta postura creyéndose (bajo la interpretación de Cioran) libres de optar por ella. Para estos escépticos eventuales, la imposibilidad de encontrar certezas era considerada como una virtud o una carencia propia de individuos particulares, quienes al descubrir que el dogma no los complacía a la hora de intentar explicarse el mundo, tomaron el arduo camino de la duda ejerciendo un legítimo acto de voluntad.
Ahora bien, ¿Qué es lo que diferencia a Cioran de los escépticos anteriores?
Lo que extrema el escepticismo en Cioran es esta idea de que la duda no es algo que alguien puede elegir, sino que la duda es un estado del que no podemos escapar, en el que inevitablemente caemos, como si la duda nos hubiera sido predestinada desde antes de nuestra propia existencia.
Veamos qué consecuencias podrían desprenderse de algunas de las ideas centrales de Cioran:
ü El intelecto, al replegarse sobre sí mismo, cae en un estado de esterilidad del que emerge la duda: es justamente en el momento en el que reflexionamos acerca de nuestro propio pensamiento cuando ni los absolutos nos alcanzan para desarraigar la duda que crece en nosotros inevitablemente.
ü “Un valor que sabemos arbitrario, deja de ser un valor y se degrada en ficción”: por lo que resultaría imposible fundar una ética legítima universalmente.
ü “La verdadera duda nunca será voluntaria”: y así como no optamos por el escepticismo, tampoco podemos elegir desarraigarnos de la verdadera duda, que nos cae encima.
ü “El escéptico es un fanático que persigue, con intolerancia, la ruina de lo inviolable”: poniendo en tela de juicio todas las verdades, el escéptico no se conforma con dudar y va más allá, tratando de tirar abajo el edificio que se apoya en los cimientos de la razón (aquel que hace varios siglos levantó Descartes gracias a la intuición de un punto fijo claro y distinto)
ü “La suspensión colectiva del juicio es impracticable”: La duda trasciende a los individuos, y aunque el escepticismo nunca podrá ser la expresión conjunta de la humanidad, el fin lógico de la duda es la inacción absoluta.
ü El escéptico se dedicará a “hacer trampa en la vida”: y aunque se caracterice por su falta de curiosidad en lo que respecta al mundo concreto, el escéptico se ve obligado a tomar decisiones y a convivir con otros, lo que se le torna absolutamente difícil después de haberlo destruido todo, por lo que sólo le resta fingir.
ü El escéptico alcanzó la liberación, más no su salvación: la duda nos puede liberar de las cadenas de la razón y de los dogmas, más no nos ofrece ningún camino firme, por el contrario, al mostrarnos un mundo desmoronado también nos suelta la mano, para que al fin caminemos solos y sin esperanzas por un camino menos firme. “El escéptico no sería más que un fantasma” “El escéptico se asemeja a dios”.
No obstante este extremo:
Disiento con aquellos que ven en la teoría de Ciorán una amenaza contra el orden social establecido, poco importa si la moral emerge de absolutos racionales en un mundo en el que hasta la fe pudo justificar las reglas que lo rigen a través del mito y la incoherencia. ¿En qué nos perjudica que la ética se base en un acuerdo social explícito, y no en leyes tan trascendentes y lejanas a nosotros mismos que ni siquiera somos capaces de comprenderlas? Y no veo cómo puede ser más saludable vivir creyendo que una ficción se torna para nosotros verdadera, que tomar por verdadero aquello que se nos presenta naturalmente como evidente.
Es que no es esta incapacidad para comprender el mundo lo que nos perturba, ¿cuántas veces el universo se ha torcido alrededor nuestro mutando sin que ello nos modifique? ¿Cuántas veces hemos pedido a gritos a dios y a la ciencia que nos expliquen el mundo para luego volcarnos inevitablemente hacia la duda?
Lo que realmente nos perturba, ¿no será esta disconformidad permanente frente a las respuestas que nos dan, que nos damos, que queremos creer, que creemos comprender, que pedimos desesperadamente sabiendo que nunca habrán de satisfacernos?
Mucho más trágico que vivir en un estado de escepticismo crónico me resulta la idea de sabernos conscientes de esta disconformidad ante las respuestas que pudieran ofrecernos el dogmatismo, el relativismo, el subjetivismo, el pragmatismo, el utilitarismo, o el escepticismo.
Mucho más pesada de llevar me resulta esta insatisfacción permanente, que la carga con la que el escéptico se mueve en el mundo intentando imitar a los otros; en última instancia, hasta él ha encontrado un camino seguro.
¿Acaso es más noble la tarea de intentar establecer una visión clara del mundo que nos rodea, que tratar de convivir con esta intolerancia cotidiana hacia nosotros mismos?
Tal vez el escéptico sea en este mundo más libre que el dogmático o que el crédulo, tal vez sea también menos inocente, tal vez hasta sea menos feliz; pero al menos es conciente de que camina solo. Ya verá por cuánto tiempo quiere cargar la pesada mochila de la duda, al menos tiene la opción de cambiarla por otra más firme.
Ojalá algún día note que no es la mochila que carga lo que le resulta tortuoso al transitar esta vida, sino que lo que verdaderamente le pesa es su propia existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario