lunes, 28 de septiembre de 2020

Parménides


 

Aristóteles


 

Monismo y Pluralismo

 

El monismo y el pluralismo son dos paradigmas metafísicos que intentan explicar cómo es o cómo está conformado el mundo, qué ente o entes conforman lo que podrá denominarse realidad, y si eso que consideramos lo real es Uno o múltiple. Esta cuestión ha sido el nudo central de la metafísica clásica y aun hoy se sigue debatiendo al respecto. Para ejemplificar brevemente, podríamos situar del lado del monismo a las filosofías de Parménides, Plotino, Escoto Eriugena, Giordano Bruno, Spinoza y Hegel; en las cuales lo real se identifica con lo Uno y con el verdadero ser, y donde la multiplicidad de lo que compone o forma parte de lo Uno es, o bien una expresión de lo Uno, o bien un momento o modo de ese Absoluto, eterno e inmutable que es el verdadero ser. Por otra parte, nos encontramos con paradigmas filosóficos opuestos a los anteriores que sostienen la preponderancia de la multiplicidad por sobre la unidad, tal es el caso de la Sofística, y de las filosofías de Berkeley, Hume y Nietzsche, entre otras, quienes plantean la imposibilidad de reducir la infinita multiplicidad de seres, entes, objetos experiencias o hechos a un Absoluto, universal y necesario.

En el capítulo Un mundo, muchos mundos, ningún mundo de su libro “Introducciones a la filosofía”, Samuel Cabanchik define estas dos corrientes del siguiente modo:

“Cuando la tendencia monista predomina, el pensamiento filosófico cifra su destino en la descripción comprensiva de lo real en términos de una totalidad unificada y absoluta, se considere esta cognoscible o no. Los filósofos pluralistas, en cambio, acentúan la diversidad de perspectivas que nos entrega nuestra experiencia del mundo, sin que se juzgue posible, conveniente o necesario un procedimiento reductivo que reconduzca tal experiencia múltiple a una unidad más básica o fundamental”

A continuación, Cabanchik introduce la noción de “marco conceptual de nuestra experiencia común”, al que describe como un esquema conceptual básico que poseemos todos los hombres y por medio del cual analizamos, comprendemos y vivimos en el mundo; tal esquema nos proporcionaría una concepción ontológica que consideramos verdadera ajustándonos a un criterio de verdad de tipo aristotélico (criterio de verdad por correspondencia o adecuacionista).

Por último, gracias al análisis de ciertos pasajes de Cratilo y El sofista de Platón, sitúa este autor a la metafísica platónica entre las corrientes filosóficas pluralistas:

“Estas consideraciones sobre algunos aspectos de la filosofía de Platón nos han llevado a concluir que él mismo, en su misión de concebir el mundo verdadero, debe admitir que no habría tal mundo sin la posibilidad de diferentes versiones del mundo, las que a su vez hacen posible el discurso verdadero y el discurso falso. Con todo, una perspectiva platónica, o que al menos siga a Platón en este aspecto, puede insistir en que de todas las versiones del mundo, sólo una será verdadera, la que se funde en el mundo de las ideas”

 Se puede vislumbrar en esta interpretación, si queremos traducirla en términos del dualismo ontológico platónico, una convivencia entre diferentes versiones del mundo y La versión verdadera del mundo, y podríamos pensar que existe una multiplicidad de versiones producto de la creencia o la imaginación individuales respecto de un mundo que sólo podremos conocer verdaderamente a través de la episteme. Cada prisionero de la caverna platónica posee una visión (falsa) del mundo, en tanto que el prisionero que se ha liberado de las cadenas y que ha podido salir de la caverna, ahora posee una visión más clara (verdadera) del mundo.

El dualismo ontológico platónico, expresado en las alegorías de la línea y de la caverna, se caracteriza por dividir en dos ámbitos la totalidad de lo real, de un lado tenemos al verdadero ser, las ideas eternas, inmutables, absolutas, arquetipos de las cosas sensibles, modelos, perfectas, únicas, independientes y necesarias; en la senda opuesta tenemos a los entes sensibles, copias imperfectas de las ideas, contingentes, cambiantes, temporales, múltiples, dependientes y falsos. A este dualismo ontológico, Platón suma un dualismo de tipo gnoseológico, también en las alegorías mencionadas anteriormente podemos encontrar la escisión entre las facultades propias para captar al verdadero ser, es decir a las ideas; y las facultades propias para acceder a los entes sensibles. Así, tenemos por una parte, a la episteme que es el verdadero conocimiento, conformada por la diánoia (el entendimiento) y la nóesis (razón), cada una de ellas se adecua al tipo de ser que intentamos aprehender, en el primer caso nos ocuparemos de los entes que necesitan de un cierto sustrato empírico o figurativo para ser entendidos, tal es el caso de las matemáticas; y en el segundo caso de los entes con mayor grado de ser, las ideas estéticas y morales. Por otra parte, para acceder a los entes sentibles, tenemos la doxa (opinión) conformada por la eikasía (imaginación) y la pístis (creencia), facultades que se ajustan a los entes con menor grado de realidad.

Nagel: el problema de la subjetividad

 

Para explicar el problema de la conciencia de la subjetividad de la experiencia, Nagel utiliza la analogía de los murciélagos, mediante la cual se expone la imposibilidad de adoptar un punto de vista diferente del propio a la hora de intentar realizar una reflexión acerca de una experiencia determinada; plante este autor que cualquier hombre, aun siendo un mamífero o poseyendo un aparato sensitivo similar al de los murciélagos, nunca podrá saber exactamente qué sienten o cómo viven estos sus experiencias.

No se trata de imaginar qué sentirán los murciélagos, la imaginación no puede contribuir a la construcción de una verdad objetiva acerca de las experiencias de los murciélagos. Nagel amplía su analogía y reemplaza a los murciélagos por hombres ciegos y reafirma su conclusión respecto del problema planteado; nadie puede despojarse de su punto de vista para adoptar un punto de vista diferente; no obstante, se puede construir algún tipo de objetividad que tome en cuenta la irreductible subjetividad de la conciencia de la experiencia.

Y si bien el autor no explica cómo es que podría construirse algún tipo de objetividad considerando que es imposible despojarse de la subjetividad, al menos hemos identificado la fuente del conflicto.

Se trasluce en el pensamiento de Nagel una metafísica de tipo realista, por lo que el problema de la aprehensión cognoscitiva de lo real estaría del lado del sujeto; es decir, en la relación sujeto-objeto tenemos un objeto real que se muestra objetivamente y un sujeto que tiene la capacidad de captar al objeto pero que tiene dificultades para construir una ciencia objetiva a partir de infinitos puntos de vista subjetivos.

Y aunque el problema queda abierto, es sumamente interesante plantear la importancia de la conciencia subjetiva de la experiencia, y la imposibilidad de ver al sujeto como un receptáculo de datos empíricos, neutral, vacío, pasivo.

Apuntes sobre Sartre

 

El hombre es para Sartre, el único ser en el cual la esencia no precede a la existencia y por tal motivo, no está el hombre determinado o definido de antemano, es decir que no posee una esencia a priori que se realiza a partir de su existencia efectiva, por el contrario, el hombre es proyecto, movimiento indeterminado que se autodetermina por medio de sus actos. La esencia del hombre del existencialismo de Sartre es el resultado de lo que este hombre construye y elige, en primer lugar para sí mismo, y en segundo lugar para la humanidad toda. Al ser indeterminada, esta subjetividad que es el hombre puede ser entendida como nada, en oposición al cerrado, absolutamente cognoscible y determinado sujeto cartesiano moderno. Este hombre del existencialismo, en cambio, ha sido arrojado al mundo, está condenado a la existencia, y su transcurrir coincidirá con la realización de su proyecto para sí y para los otros. Cada decisión que el hombre toma, cada acto que realiza, cada posibilidad que actualiza, modifica su mundo y el de los demás existentes. Pero a la hora de llevar a cabo el proyecto no se trata de meras intenciones particulares, la imaginación no tiene nada que hacer aquí, sino que la relevancia del proyecto radica en la realización efectiva de la intención. Es inevitable padecer el peso de la responsabilidad si en cada acto un hombre debe considerarse a sí mismo y a la humanidad en su conjunto al estilo de la primera formulación del imperativo categórico kantiano (busca siempre que la máxima que guíe tus actos se convierta en ley universal), esto le provoca angustia y desamparo al hombre sartreano. Pero lejos de huir de la responsabilidad, la propuesta del existencialismo, que nada tiene que ver con el quietismo o la inacción; consiste en construir, actuar y proyectar. Este hombre es el resultado de una concepción filosófica comprometida con el contexto histórico del cual emergió.

Se le ha criticado al existencialismo la imposibilidad de instaurar valores morales absolutos, debido al radical subjetivismo que propone. Pero el sentido de la postura subjetivista del existencialismo de Sartre está menos ligada a elegirse a sí mismo que a la imposibilidad de salirse de uno mismo; mi elección no es individual en la medida en la que elijo para todos los hombres, allí reside mi responsabilidad. La angustia existencialista va unida a la libertad natural del hombre, intrínseca, inherente, inseparable de su esencia. Y justamente, lo que angustia al hombre es la conciencia de su responsabilidad de tener que elegir por todos. Pero el hombre está condenado a ser libre, el hombre inventa al hombre, pues está condenado a ello, el hombre es el porvenir del hombre. Y el desamparo tiene que ver con que no hay nadie que pueda elegir por uno. El hombre es lo que hace, su proyecto son sus actos. Sartre formula una serie de ejemplos para defender sus hipótesis principales, desarrollaré brevemente cuatro de ellos:

Al igual que Kierkegaard, Sartre utiliza la historia bíblica de Abraham para ejemplificar la angustia que provoca tener que tomar una decisión por sí mismo, soportando la responsabilidad que implica este acto, y dado que nadie puede tomar el lugar de uno al momento de elegir, explica Sartre que el hombre se siente cotidianamente un Abraham, pues día a día está obligado a tomar decisiones para sí y para todos, por lo cual el hombre estaría tan condenado a la libertad como a la angustia.

Sartre también utiliza el ejemplo del jefe militar que debe elegir entre una multiplicidad de posibilidades tomando en consideración la vida o la muerte de los soldados que dependen de sus decisiones, y a partir de este ejemplo Sartre introduce la idea de que esta conciencia de la responsabilidad de elegir por los demás forma parte de la acción misma de elegir.

Para explicar en qué consiste el desamparo, Sartre utiliza el ejemplo del alumno que va en busca de su ayuda para tomar una decisión; el caso es que al alumno se le plantea un dilema moral al estilo del expuesto por Sófocles en su tragedia “Antígona”, en la cual un simple acto tiene la relevancia suficiente para implicar consecuencias que afectan a todos los miembros de la comunidad; en el ejemplo de Sartre se plantea la posibilidad de optar por dos tipos de moral y el alumno debe elegir entre el deseo de beneficiar a su madre y el de beneficiar a su Nación. La sensación de desamparo surge justamente porque este hombre toma conciencia de su soledad a la hora de llevar a cabo la elección, concluye afirmando Sartre que cuando el alumno acude en busca de su ayuda ya sabe qué es lo que le responderá su maestro: “usted es libre, es decir invente

Otro ejemplo utilizado por Sartre es el del sacerdote que había fracasado en todo a lo largo de su vida, pero lejos de tomar estos hechos como una señal desalentadora, el sacerdote interpreta que no debe dedicarse a emprendimientos seculares sino a la vida religiosa. En este caso de lo que se trata es de descifrar los sucesos o acontecimientos pasados para elegir correctamente las acciones futuras; el sacerdote asume la angustia pero no cae en la desesperación ni en la mala fe, sino que evaluando las posibilidades interpreta su pasado y se responsabiliza por sus acciones futuras.

Ludwig Wittgenstein: Investigaciones Filosóficas: Parágrafos: 109 al 133

 

Sostiene Wittgenstein en el parágrafo 109 que la filosofía debe ser de carácter descriptivo y no intentar resolver los problemas filosóficos proponiendo explicaciones, formulando verdades acerca del mundo que nos rodea (empíricas). La clave para resolver los problemas filosóficos es la utilización del entendimiento para despejar las confusiones que produce el uso del lenguaje en el desarrollo del pensamiento. También es fundamental para Wittgenstein pensar la resolución de tales problemas, no como el resultado de una sumatoria de experiencias nuevas, sino como el resultado de una reorganización y reinterpretación de las experiencias previas.

Si se considera que un problema filosófico no es más que, como se sugiere en el parágrafo 111, una interpretación errónea de nuestras formas lingüísticas; podría pensarse que la posibilidad de resolverlo reside en la posibilidad de enderezar, encaminar, revisar o redireccionar esa interpretación de las formas lenguaje.

En el parágrafo 119 Wittgenstein escribe: "Los resultados de la filosofía son el descubrimiento de algún que otro simple sinsentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites del lenguaje...." 

 Wittgenstein se está refiriendo aquí a ciertas afirmaciones de la metafísica tradicional, a las que el entendimiento no puede dirigirse porque son producto de una utilización errónea y confusa del lenguaje; y encuentro aquí una sintonía con la distinción kantiana entre lo cognoscible, a lo cual se puede acceder por medio de la sensibilidad y del entendimiento en pos de la búsqueda de una verdad, y lo pensable e incognoscible, a lo cual sólo se puede acceder por medio de la utilización de la razón, pero sin pretender la consecución de una verdad. Si mi interpretación de este razonamiento no es errónea, creo que Wittgenstein está diciendo aquí que ocuparse de los tres grandes objetos de la razón: dios en tanto que fundamento u origen del mundo, el alma humana y su libertad como condición necesaria para el hombre, y el mundo como la totalidad de lo real; no son más que mera especulación filosófica, construcciones irreales y confusas que la metafísica ha esgrimido históricamente para explicar el mundo que nos rodea utilizando conceptos que se encuentran más allá de nuestra experiencia cotidiana, y en realidad – afirma más adelante Wittgenstein – la explicación a tales problemas a veces es perdida de vista por encontrarse más acá, respecto de nosotros mismos.

En Investigaciones... (116) (y en Ocasiones...(91)) Wittgenstein dice que cuando los filósofos usan ciertas palabras ("conocimiento," "ser," "objeto," "yo",  etc.) deben preguntarse si ellas se usan, efectivamente, de esa manera en el lenguaje que las ha creado.

Lo que el autor recomienda en este parágrafo es reducir las palabras de su uso metafísico a su uso cotidiano, es decir, tener la precaución de no estar buscando continuamente, al utilizar cada concepto, “la esencia metafísica” de la cosa a la cual éste se refiere.

En el parágrafo 126, Wittgenstein afirma que “la filosofía expone meramente todo y no explica ni deduce nada…” y un poco más arriba anticipa, en 124: “La filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja todo como está”.

La filosofía, en estos términos, descubre, describe y expone; los problemas filosóficos como confusiones del entendimiento, y las soluciones a dichos problemas como técnicas específicas para realizar un correcto uso del lenguaje y así arribar a razonamientos también  correctos. 

En el parágrafo 117 Wittgenstein rechaza una concepción del significado según la cual el significado es "una atmósfera que la palabra conlleva y asume en todo tipo de empleo". Lo que está insinuando aquí es que el significado no es una realidad dada, sino el producto de un consenso, histórico, académico, disciplinario tal vez; que no se encuentra adherido necesariamente al objeto a cual se refiere en un contexto lingüístico específico, sino que está sujeto al uso que se hace del mismo.

 Se plantea, en el final de este parágrafo, que la filosofía no es una fórmula que debe seguirse siempre de igual modo para resolver todos los problemas que se le presentan al filósofo; en cambio, así como hay diferentes terapias según sea el conflicto a tratar por el terapeuta, así también habrá diferentes filosofías para resolver los diversos problemas filosóficos.