
(en El hombre Unidimensional)
Marcuse considera que en las sociedades en las que se ha desarrollado más fuertemente el capitalismo, no quedan ya esperanzas de pensar en la posibilidad de un levantamiento de los oprimidos en contra de sistema que ejerce sobre ellos el poder, como si creía Marx; argumenta que tal hecho sería imposible debido a que en las sociedades de consumo, el capitalismo como sistema de producción que domina y aliena a los trabajadores, se acrecienta y sostiene absorbiendo cualquier tipo de oposición que surgiese, capitalizándola y convirtiéndola en un nuevo objeto de consumo, manteniendo así el monopolio del poder.
Marcuse toma de Marx el concepto de ideología, y a éste une algunas de las tesis del psicoanálisis, para explicar de qué modo operan las representaciones artificiales que el sistema dominante impone - construyendo promesas de felicidad ligadas al consumo de productos, por ejemplo - que luego son internalizadas de modo inconsciente por los miembros de la sociedad; y si a ésto se suma la premisa de libertad e igualdad de oportunidades que se sostiene en el imaginario social como base de la individualidad, el resultado no es esperanzador: la actual sociedad de consumo, masificada, alienada, compuesta por miembros cosificados y transformados en herramientas de trabajo, está muy lejos de liberarse de la opresión que el sistema de producción ejerce sobre ella, debido a que los individuos que la componen se suponen libres.
Por último, se podría entender en este fragmento el sentido del término indiferencia como ceguera, producto del acostumbramiento, de la adaptación, y de la educación; todos ellos mecanismos de control que forman parte del patrimonio de la ciencia y de las instituciones políticas, entre otras.
Marcuse toma de Marx el concepto de ideología, y a éste une algunas de las tesis del psicoanálisis, para explicar de qué modo operan las representaciones artificiales que el sistema dominante impone - construyendo promesas de felicidad ligadas al consumo de productos, por ejemplo - que luego son internalizadas de modo inconsciente por los miembros de la sociedad; y si a ésto se suma la premisa de libertad e igualdad de oportunidades que se sostiene en el imaginario social como base de la individualidad, el resultado no es esperanzador: la actual sociedad de consumo, masificada, alienada, compuesta por miembros cosificados y transformados en herramientas de trabajo, está muy lejos de liberarse de la opresión que el sistema de producción ejerce sobre ella, debido a que los individuos que la componen se suponen libres.
Por último, se podría entender en este fragmento el sentido del término indiferencia como ceguera, producto del acostumbramiento, de la adaptación, y de la educación; todos ellos mecanismos de control que forman parte del patrimonio de la ciencia y de las instituciones políticas, entre otras.
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