
En este párrafo, Nietzsche realiza una crítica a la sociedad burguesa; en la cual, el hombre ocupa su vida trabajando y tratando de ganar dinero. Embrutecido, al dejar de lado la espiritualidad, el hombre moderno se ve obligado a gastar dinero y a consumir.
Toma como ejemplo a aquel que al ser sorprendido disfrutando de un día de campo, se avergüenza de hacerlo, y justifica su elección argumentando que lo hace por cuestiones de salud, más no con el mero fin del disfrute, entendido socialmente como una pérdida de tiempo. Nietzsche defiende la contemplación, el tiempo libre y el ocio; valores positivos para las sociedades antigua y medieval, que sostenían la vida contemplativa, la meditación y el recogimiento espiritual como formas dignas de vida.
Toma como ejemplo a aquel que al ser sorprendido disfrutando de un día de campo, se avergüenza de hacerlo, y justifica su elección argumentando que lo hace por cuestiones de salud, más no con el mero fin del disfrute, entendido socialmente como una pérdida de tiempo. Nietzsche defiende la contemplación, el tiempo libre y el ocio; valores positivos para las sociedades antigua y medieval, que sostenían la vida contemplativa, la meditación y el recogimiento espiritual como formas dignas de vida.
“En el mundo moderno, ni el recogimiento religioso tiene ya sentido para el hombre burgués… el domingo se ha convertido en un día de aburrimiento”[1].
Forma parte de esta crítica el desplazamiento de la función del trabajo, entendida no ya como medio sino como un fin en sí mismo. Desplazamiento que está ligado, no de manera casual, a una cuestión estrictamente política: el trabajo adiestra a las masas, convirtiendo a sus miembros en los nuevos esclavos. El hombre rebaño es sometido, entre otras prácticas, gracias al trabajo.
No casualmente, Nietzsche presenta a Zarathustra como un pensador en soledad, retirado a las montañas, lejos de la sociedad y del rebaño, dedicado a la contemplación y al recogimiento; ésta es la imagen del nuevo hombre, un espíritu libre que toma decisiones individuales y que puede crear nuevos valores desde la soledad.
Por otra parte, se puede ver aquí la consideración del concepto de culpa como condición para el adiestramiento, por medio de la instalación social de la vergüenza por el incumplimiento del deber; ante lo cual, Nietzsche propone - en Genealogía de la moral - el olvido, como posibilidad de liberación del último hombre.
No casualmente, Nietzsche presenta a Zarathustra como un pensador en soledad, retirado a las montañas, lejos de la sociedad y del rebaño, dedicado a la contemplación y al recogimiento; ésta es la imagen del nuevo hombre, un espíritu libre que toma decisiones individuales y que puede crear nuevos valores desde la soledad.
Por otra parte, se puede ver aquí la consideración del concepto de culpa como condición para el adiestramiento, por medio de la instalación social de la vergüenza por el incumplimiento del deber; ante lo cual, Nietzsche propone - en Genealogía de la moral - el olvido, como posibilidad de liberación del último hombre.
[1] K. LÖWITH, “De Hegel a Nietzsche”, Segunda parte: estudios sobre la historia del mundo cristiano burgués. 5. Nietzsche: El trabajo entendido como disolución del recogimiento y de la contemplación. Editorial Sudamericana. Bs. As. 1974. Página 298.